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«Y he aquí que el varón vestido de lino, que tenía el tintero a su cintura, respondió una palabra, diciendo: He hecho conforme a todo lo que me mandaste.» (Ezequiel 9:11)

Tras una visión de la terrible idolatría de Jerusalén, el profeta Ezequiel ve otra visión del juicio de Dios. Seis varones se acercan al templo preparados para ejecutar la sentencia de Dios contra su pueblo infiel. Entre ellos el profeta ve a otro hombre que parece fuera de lugar, un escribano con su tintero y pluma. La voz divina envía al escribano a pasar por la ciudad para marcar a toda persona arrepentida, los que gemían y clamaban a Dios a causa de la idolatría y la infidelidad a Dios. Tras él salieron los hombres matando a los que no tenían la marca de Dios en su frente. Cuando Ezequiel vio la escena, intercedió por el pueblo, y en contestación volvió el escribano afirmando su obediencia. Sus palabras hablan del perfecto cumplimiento de la voluntad de Dios en marcar a cada uno de los que pertenecían al Israel espiritual, pero también dan contestación al profeta. Dios no se olvidó del remanente de su pueblo. Es interesante que en el libro final de la Biblia volvemos a una escena parecida. Dios marca a cada uno de los suyos y ninguno de ellos perecerá bajo el castigo de Satanás y los suyos. El mensaje está claro: Dios conoce a los suyos y jamás los olvidará. Cristo cumplió perfectamente la voluntad divina en rescatarnos y redimirnos del juicio venidero.

Si hemos puesto nuestra fe en lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz, hemos sido marcados como el remanente de Dios para que nosotros también podamos obedecer en todo lo que nos ha mandado el Señor. (David Bell)