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«Y ha salido fuego de la vara de sus ramas, que ha consumido su fruto, y no ha quedado en ella vara fuerte para cetro de rey. Endecha es esta, y de endecha servirá.» (Ezequiel 19:14)

Dios dio al profeta Ezequiel esta canción fúnebre contra los reyes de Judá. La canción primeramente compara los reyes de Judá con leoncillos que desgarraban la presa y devoraban a hombres (19:3, 6). En aquellos tiempos cuando un león amenazaba una ciudad, se levantaban los hombres para capturar el león en una fosa y lo encadenaban. Es precisamente lo que haría el faraón de Egipto con Joacaz (2 Reyes 23:33-34). Lo mismo pasó con su hermano, Joaquín. Ezequiel lo llama otro leoncillo que devoraba a hombres (ver 2 Reyes 24:4) y esta vez vino el rey de Babilonia para llevarle en jaula y cadenas como si fuera un animal. La siguiente estrofa cambia la imagen a una vid que producía cetros reales. Pero los mismos reyes se destruyeron a sí mismos con su rebelión y pecado. Llama la atención que Ezequiel enfoca en el fracaso de los leones y de la vid, porque así de esta manera nos lleva a buscar el verdadero león de Judá (Génesis 49:9, Apocalipsis 5:5) y la vid verdadera (Juan 15:1). El fracaso de los ungidos de Dios nos prepara para el perfecto Unigdo de Dios que un día devorará los enemigos de Dios y juzgará con fuego a los sarmientos que no permanecieron en la vid.

Si nuestra fe está en Cristo, el León de Judá, y estamos conectados a esa vid verdadera y si su fruto abunda en nosotros, no hay temor porque nadie apresará ese León y su fruto permanecerá. (David Bell)