Dios prometió a Abram que tendría un hijo y que la tierra sería bendecida en su simiente. En Génesis 15:18 dice “En aquel día hizo Jehová un pacto con Abram, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Eufrates” Pero había un problema: Sara su mujer era estéril y no parecía que iban a poder tener hijos. ¿Cómo podría la descendencia de Abram habitar la tierra, ser una nación y bendecir al mundo si no tenía hijos?
Sarai, cansada de esperar decide “ayudar” al Señor, y le ofrece a Abram que se acueste con su sierva Agar para que esta pueda tener “el hijo de la promesa”. “Dijo entonces Sarai a Abram: Ya ves que Jehová me ha hecho estéril; te ruego, pues, que te llegues a mi sierva; quizá tendré hijos de ella. Y atendió Abram al ruego de Sarai.” (Génesis 16:2)
Ella pensó que sería como tener su propio hijo. Sin embargo, cuando Agar ve que está embarazada, comienza a mirar a Sarai con desprecio (versículo 16:4). Aquí comienza una rivalidad entre estas dos mujeres.
Como podéis imaginar, también ocasionó tensión entre Abram y Sarai. Leemos en Génesis 16:5-6
“Entonces Sarai dijo a Abram: Mi afrenta sea sobre ti; yo te di mi sierva por mujer, y viéndose encinta, me mira con desprecio; juzgue Jehová entre tú y yo. Y respondió Abram a Sarai: He aquí, tu sierva está en tu mano; haz con ella lo que bien te parezca. Y como Sarai la afligía, ella huyó de su presencia.”
Habían usado a Agar para intentar “salvar” la voluntad de Dios, o así creían, y Agar ahora se sentía especial por su embarazo. Esta, al ver que su señora la maltrataba, se marcha al desierto, y agotada, es hallada junto a la fuente. El ángel del Señor le habla: “vuélvete a tu señora, y ponte sumisa bajo su mano” (16:9) Y le dice: no te preocupes, “Jehová ha oído tu aflicción” me encanta cuando se nos recuerda que Dios oye nuestra aflicción (16:11). Así que Agar vuelve a la casa de Abram y Sara, donde nace Ismael. Abram en este entonces tenía 86 años.
Pasan trece años, y Dios vuelve a hablar con Abram. En el capítulo 17 ratifica su pacto con él, y le cambia el nombre de Abram a Abraham (que significa “padre de una multitud) y a Sarai la comienza a llamar Sara (princesa), en señal del pacto. Dios les promete una vez más que su descendencia heredaría la tierra. Un capítulo más tarde, (UNA TERCERA VEZ; DAVID?) Dios visita a Abraham y Sara para decirles que tendrán un hijo, y Sara se ríe en secreto.
En el capítulo anterior vemos que Abraham se había reído. Dice “Entonces Abraham se postró sobre su rostro, y se rió, y dijo en su corazón: ¿A hombre de cien años ha de nacer hijo? ¿Y Sara, ya de noventa años, ha de concebir?”
Si Sara había sido estéril durante su edad fértil, ahora era humanamente imposible que tuviera hijos. Sin embargo Dios mismo le pregunta que por qué se había reído. Imagino la escena. ¿Quién, yo? ¡No me he reído! ¡Sí, tú, Sara!
Y Dios les afirma su fe con estas palabras: “¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Al tiempo señalado volveré a ti, y según el tiempo de la vida, Sara tendrá un hijo.”
¿No es infinitamente grande y bueno Dios? Para cada personaje en esta historia, ¿verdad? Sin importar si eran siervos o señores, Dios promete estar con ellos. Sin importar si creían firmemente en las promesas de Dios o si obedecían con vestigios de duda. Dios pacientemente los guía adonde quiere que vayan. Y es que nada hay difícil para nuestro Dios.
Vemos constantemente los fallos de los hombres y vemos el amor y la fidelidad de Dios.
Más adelante vemos que Ismael, 13 años mayor que Isaac, el hijo de la promesa, se burlaba de él; un caso claro de bullying. Vemos que Sara, al verlo, habla con Abraham, y al llevarlo al Señor en oración, Dios le dice a Abraham que deje ir a Agar y a Ismael. Dios promete cuidarlos, y se establecen en Parán, e Ismael se casa con una chica de Egipto.
Todo esto fue hecho para dejar que Isaac creciera sanamente y se desarrollara para llegar a ser padre de un gran pueblo. Y cuando menos lo esperamos, Dios le pide a Abraham que sacrifique a su hijo, Isaac. Vemos como, en una excelente muestra de fe, Abraham lleva al muchacho para cumplir con lo que Dios le ha pedido, con la certeza de que el Dios Todopoderoso “proveería el cordero para el holocausto.” Y así es, Dios ve su fe, y no le deja proseguir con el sacrificio de su hijo. Dios le reafirma la promesa de una descendencia que no podrá ser contada.
Y lo más bello es que de esta descendencia saldría el Mesías, simiente de la mujer que vencería al maligno y proveería salvación de nuestros pecados.
Sin duda Dios sabe planear. Podemos confiar que sus planes son buenos, y sus promesas fieles. No intentes tú cubrir por Dios cuando te parece que el Señor no está actuando. Dios tiene el tiempo, el lugar, y las personas que Él quiere usar. Que no metamos nosotros la mano donde no nos lo pide Él. Y cuando nos pida que actuemos, no lo dudemos ni un momento; obedezcamos en confianza.
Después de todo, “¿Hay algo difícil para Dios?” Nada, absolutamente nada se le puede resistir, y Él provee siempre lo necesario. Pon tu confianza en aquel que te creó y te ama sobremanera.