Transgresión y perdón
Los capítulos que siguen a las prácticas de ofrendas y sacrificios tratan de los sacerdotes y de las normas que el pueblo debía seguir. Todos, incluidos los propios sacerdotes tenían instrucciones específicas de pureza.
Aarón y sus hijos habían sido seleccionados para ejercer como sacerdotes, yendo a Dios en nombre del pueblo. Era un puesto especial el de sacerdote, pero no era un trabajo fácil. Si has estado leyendo los capítulos que describen la purificación de los sacerdotes, verás que los que venían a Dios tenían una gran responsabilidad de mantener sus vidas puras. Vemos con tristeza cómo dos de los hijos de Aarón, Nadab y Abiú, tomaron a la ligera su responsabilidad y se nos dice que ofrecieron a Dios “fuego extraño”. En lugar de hacer, como vemos vez tras vez en el texto, “como Dios había mandado,” lo hicieron a su manera. No nos especifica los detalles de lo que sucedió, pero sí que hubo un incendio en el lugar del santuario, y nos muestra la tristeza de Aarón al ver que sus hijos habían perdido la vida por no seguir las instrucciones.
Ya sé que alguna ahora mismo estará pensando que las consecuencias de no seguir los mandatos que habían recibido tuvieron consecuencias demasiado graves. No te culpo. Yo también me he encontrado a mí misma en algún momento, al leer el libro de Levítico, cuestionando el juicio de Dios o la gravedad de un castigo. Sinceramente, tuve que parar y pedir perdón a Dios, porque sé que cuando cuestiono sus decisiones, estoy demostrando que no lo conozco bien. Estoy demostrando que tengo una forma de pensar más de la sociedad donde vivo que de la patria celestial que anhelo. Si confío en que Él es santo, bueno y justo, llego a la conclusión que su juicio es acertado, justo en medida y bueno. Aarón mismo no cuestiona a Dios. Él conoce a sus hijos y sabe lo que ha ocurrido; Dios decidió no compartir con nosotros los motivos, pero debemos confiar en su justo juicio. Hemos estado viendo que Dios no es caprichoso, que perdona vez tras vez. Pero hemos visto que Dios es Santo, sumamente santo. No puede tolerar el pecado. ¿Y qué te parece si consintiera el pecado de aquellos que venían a ofrecer las ofrendas del pueblo? Sería como permitir la corrupción de nuestros líderes cuando ya se ha comprobado que esta existe. Eso aseguraría el deterioro de la sociedad.
En los capítulos que nos dan las normas de comportamiento del pueblo de Dios, nos dice vez tras vez que Dios no quería que su pueblo hiciera lo que los pueblo de Canaan hacían. Quería que fueran Santos porque Él es Santo. Es por esto que especifica practica como ofrecer a los bebés al fuego a Moloc, o relaciones ilícitas practicadas por los de la tierra y que Dios literalmente dice que abomina. Dios quería que este pueblo escogido prosperara, y para ello les dio normas y consecuencias específicas.
Esto me lleva a resaltar cómo trata Dios con el pecado. Muchas veces juzgamos a la gente, condenando a alguien por algo que ni ella misma sabe que ha hecho. Me llama la atención que en el libro se repite una y otra vez la frase “cuando llegue a ser conocido el pecado” o “cuando conociere su pecado.” El primer paso para el arrepentimiento era un reconocimiento de falta. Una vez la persona entendía que había hecho algo mal, podía restituir y seguir adelante. Este ciclo ocurría con jefes o con cualquiera del pueblo. Ninguno vivía por encima de la ley de Dios. Es por eso que hay varios capítulos en el libro que da detalle por detalle normas de actuación y cómo arreglar una situación de impureza.
A la hora de establecer normas, hacemos bien en que sean claras. El libro de Romanos en el nuevo testamento nos habla de la ley, y se refiere a esta ley de Moisés, como el instrumento que Dios usa para que la persona sepa que ha pecado.
Romanos 3:20 “ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.”
La ley no se estableció para justificar a nadie, es decir, Dios sabía que era imposible que la ley se cumpliera. Entonces, ¿por qué la estableció? Del mismo modo que el reglamento de circulación no se ha establecido para que el que nunca falle gane el premio de mejor conductor, la ley de Dios no es para dar premio al que la cumpla. La norma se establece para que podamos tener conciencia de que estamos infringiendola. Es decir, la señal de 120 en la autovía está para que sepas que si vas a 130 estás rebasando el límite de velocidad. Y al mismo tiempo que se establece la normativa, se establecen penalizaciones por cada infracción y una manera de resolverlas.
Esto es lo que hacía la ley de Moisés. Pero vemos en Romanos que Dios lo simplifica diciendo:
Romanos 3: 21-23 “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.”
Osea, todos pecamos, y nadie puede alcanzar la gloria de Dios por sus obras; es imposible. Pero, dice, pero la justicia de Dios es concedida aparte de la ley. Ahora la reconciliación es por la fe.
Repasamos entonces; la ley nos muestra la imposibilidad de alcanzar justicia por nuestros méritos. Pero cuando reconocemos nuestra incapacidad (como dice Levítico 4:16 “luego que conociere su pecado que cometió”, entonces podemos apropiarnos por la fe del sacrificio por el pecado, esto es, Cristo.
Espero que esta reflexión te ayude a entender este libro mejor y a ver la santidad de Dios y su deseo de compartirla contigo.