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La bendición de la obediencia
En el mundo de la enseñanza defendemos que es mejor enseñar en positivo que en negativo. Si podemos establecer normas claras con refuerzo positivo es mucho más agradable que tener que establecer consecuencias para comportamientos indeseables. Muchas veces las advertencias negativas traen comportamiento indeseable. Recuerdo que la abuela de mi marido contaba una anécdota de cuando enseñaba a niños de preescolar. Era un día muy frío con temperaturas bajo cero, así que la advertencia a los niños fue “no toquéis la verja con la lengua, porque se puede quedar pegada.” Por supuesto, como puedes imaginar, varios niños decidieron hacer aquello que se les había dicho que no hicieran y hubo que rescatarlos echando un poco de agua templada sobre el metal y la lengua. 
Somos así los humanos. En lugar de hacer aquello que se nos dice que es bueno, queremos probar aquello que se nos asegura que no lo es. Por eso las prohibiciones las llevamos mal en general. 
Dios sabe esto, por supuesto. Puede que sea por eso que empieza dando las bendiciones de la obediencia. Les promete prosperidad, protección, cuidado, y una tierra con recursos de sobra para el pueblo. 
Levítico 26:3-4 “Si anduviereis en mis decretos y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra, yo daré vuestra lluvia en su tiempo, y la tierra rendirá sus productos, y el árbol del campo dará su fruto.”
Además les promete que habitarán seguros en la tierra y tendrán la presencia de Dios, 26:11-13: “Y pondré mi morada en medio de vosotros…; y andaré entre vosotros, y yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo.
¿Quién es este que les promete todo esto? nada más y nada menos que Dios mismo! el que los sacó de Egipto para que ya no sirvieran a Faraón y dice el texto para que pudieran “andar con el rostro erguido.”
Ya en el capítulo 18:5 había dicho  “Por tanto, guardaréis mis estatutos y mis ordenanzas, los cuales haciendo el hombre, vivirá en ellos. Yo Jehová.”
Y en Levítico 20:7-8 : “Santificaos, pues, y sed santos, porque yo Jehová soy vuestro Dios. Y guardad mis estatutos, y ponedlos por obra. Yo Jehová que os santifico.”
¿Y qué era lo que tenían que obedecer? Comienza en primer lugar con un repaso de algunos mandamientos de las tablas que trajo Moisés: 
“No haréis para vosotros ídolos, ni escultura, ni os levantaréis estatua, ni pondréis en vuestra tierra piedra pintada para inclinaros a ella; porque yo soy Jehová vuestro Dios. Guardad mis días de reposo, y tened en reverencia mi santuario. Yo Jehová.”
Dios toma muy en serio la idolatría. El pueblo ya lo había hecho una vez en Sinaí, creando una imagen de Dios a la que adorar. Dios les recuerda que esto no le honra. Al contrario, es desobediencia directa a su voluntad. Él desea que se mantengan santos en reverencia a Él, pero no quiere que se hagan ningún tipo de imagen para adorar. 
El otro mandamiento que repasa es el de guardar el día de reposo. El tiempo con el Señor es algo valioso que Dios no está dispuesto a sacrificar. Es su deseo que guardemos tiempo de calidad para comunión con él en Su Palabra. Durante el día de reposo, el pueblo no debía hacer nada para sí mismos, sino dedicarlo a las cosas de Dios. 
Dios continúa enumerando para el pueblo leyes de consagración para mantenerse puros ante Él. Pero Dios no solo da las normas y promesas de obediencia. 

También sabe que les debe advertir que desviarse de la zona de bendición conlleva tristeza, conflictos y sufrimientos innecesarios de los que se arrepentirían por mucho tiempo. 
El mantenerse puros significaba que debían apartarse de las cosas en las que se habían corrompido las naciones que habitaban la tierra donde iban a entrar.  Les dice que “la tierra vomitó sus moradores,” hablando de pueblos que dejarían de existir por la corrupción.  (Levítico 18:24-25)
Dios les advierte de lo que ocurriría si desobedecían las leyes de Dios: “Haré desiertas vuestras ciudades, y asolaré vuestros santuarios, y no oleré la fragancia de vuestro suave perfume. Asolaré también la tierra, y se pasmarán por ello vuestros enemigos que en ella moren; y a vosotros os esparciré entre las naciones, y desenvainaré espada en pos de vosotros; y vuestra tierra estará asolada, y desiertas vuestras ciudades.”
Esto nos hace pensar en la persecución que el pueblo de Israel ha sufrido a través de la historia. Pero lo más precioso, es que Dios acaba el libro diciéndoles, que aunque sabe que harán aquello que Él les ha advertido de no hacer, Dios no permitirá que las consecuencias sean irreparables. Les ofrece el perdón de antemano. 

Dice Levítico 26 “Y confesarán su iniquidad, y la iniquidad de sus padres, por su prevaricación con que prevaricaron contra mí; 
dice también:  “entonces se humillará su corazón incircunciso, y reconocerán su pecado. Entonces yo me acordaré de mi pacto con Jacob, y asimismo de mi pacto con Isaac, y también de mi pacto con Abraham me acordaré, y haré memoria de la tierra.”
“entonces se someterán al castigo de sus iniquidades; por cuanto menospreciaron mis ordenanzas, y su alma tuvo fastidio de mis estatutos. Y aun con todo esto, estando ellos en tierra de sus enemigos, yo no los desecharé, ni los abominaré para consumirlos, invalidando mi pacto con ellos; porque yo Jehová soy su Dios. Antes me acordaré de ellos por el pacto antiguo, cuando los saqué de la tierra de Egipto a los ojos de las naciones, para ser su Dios. Yo Jehová.”
Levítico 26:31-36, 38, 40-45

Uno diría que un pueblo que ya ha experimentado bendición y calamidad escogería seguir las pautas del Santo y Justo Dios y evitar los sufrimientos de la desobediencia. 
El pueblo de Dios sale de Sinaí para ir hacia la tierra de la promesa. Nos adentramos al libro de Números, donde veremos que el pueblo desconfía de Dios y acaba haciendo de un viaje que debería haber durado un par de meses, 40 años de vida en el desierto. Se dice pronto. ¿Qué causó esta demora? ¿Qué lecciones aprenderían por el camino? ¿Se cansaría Dios de ellos? Te invito a leer conmigo el libro de Números para aprender más de Dios y su relación con el ser humano. 
Que a través del estudio de Su Palabra puedas conocerle mejor.