Una bendición extendida
“Jehová habló a Moisés, diciendo: Habla a Aarón y a sus hijos y diles: Así bendeciréis a los hijos de Israel, diciéndoles: Jehová te bendiga, y te guarde; Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz.” Números 6:22-26
Hace 24 años, cuando estaba planeando mi boda, escuché un arreglo coral con las palabras de bendición dadas a Moisés por parte de Dios para que Aarón y sus hijos bendijeran al pueblo de Israel. El arreglo escrito por John Rutter me gustó tanto que mi entonces novio y yo lo tradujimos adaptando el texto para que se cantara el día de nuestra boda. Voy a dejar un enlace a una grabación del himno en youtube (en inglés, pero el texto es exactamente estos versículos).
https://www.youtube.com/watch?v=QcYzO8Y4PH0
Dios quería bendecir a su pueblo, y pidió a Aarón y a sus hijos, que los bendijeran con esas palabras, y dice el texto que “pondrían el nombre del Señor sobre los hijos de Israel.” Ellos bendecirían al pueblo pero era Dios mismo el que los bendeciría” (6:27) ¡Qué preciosa promesa del Señor!
Esta bellísima bendición puede extenderse a cada persona que ha puesto su confianza en Cristo, ya que, como vemos en el nuevo testamento en 1 Pedro 2:9-10, somos pueblo adquirido por Dios. Dice el texto:
“ Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.”
Esos somos nosotros. No éramos pueblo de Dios, pero por su gracia hemos llegado a serlo, por medio de la fe en el sacrificio precioso de Cristo en la cruz.
¿Qué contempla exactamente esta bendición?
En primer lugar, la bendición y el cuidado de parte de Dios mismo. “Jehová te bendiga y te guarde.” Dios desea bendecirnos y guardarnos. Desea morar en el centro de nuestras vidas así como el tabernáculo estaba al centro del campamento de Israel. Cuando Su presencia invade todo nuestro ser, su cuidado es seguro y evidente. Ahí es cuando podemos vivir seguras de que “nada podrá separarnos del amor de Dios” y de que “todas las cosas ayudan a bien.” En Proverbios 31 se describe a la mujer virtuosa como aquella que no teme a lo que está por venir, porque ha puesto su confianza en Dios. El salmista también afirma esto cuando dice en el salmo 118: “Jehová está conmigo; no temeré…”
El segundo punto dice “Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia.” ¿Cómo resplandece el rostro del Señor sobre nosotros? Digamos que cuando el Señor te puede mirar con una sonrisa en su rostro, su presencia resplandece. Esto solo es posible en su misericordia, ya que no somos criaturas que traigan siempre gozo al rostro de nuestro Señor. La creación entera se somete a la voz de nuestro Dios. Sin embargo, como ya hemos visto en la Palabra de Dios, los humanos fuimos hechos con capacidad de elegir. Y muchas veces nuestras elecciones no son dignas de una cara resplandeciente.
La desobediencia directa a Dios produce un efecto opuesto al resplandeciente rostro de Dios. En Deuteronomio 31:18, Dios habla a Moisés de lo que ocurrirá cuando el pueblo sea infiel a Dios. Dice literalmente que “fornicará tras dioses ajenos,” y a esta infidelidad Dios tendrá que reaccionar. Dice Dios “ciertamente yo esconderé mi rostro en aquel día, por todo el mal que ellos habrán hecho, por haberse vuelto a dioses ajenos.” Lo opuesto de que su rostro resplandezca sobre nosotras sería que Dios tuviera que esconder su rostro. En su santidad, no podría mirarte cuando eliges apartarte y adoras otras cosas más que a Dios. Y sin embargo, como Dios sabe que habrá momentos en que en nuestra debilidad no merezcamos su resplandeciente semblante, la bendición dice “y tenga de ti misericordia.” No tenemos que vivir con terror continuo de fallarle a Dios, pero sí con el deseo de agradarle y sentir el resplandor de su gloria.
Acaba la bendición con otra doble oración que es paralela a la anterior: “Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz.” La bendición contempla al Señor, con el rostro levantado, mirando sobre nosotras y cuidándonos en nuestro caminar, poniendo en nosotras Su paz. Dice la Palabra de Dios en Filipenses 4:7 “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.” La paz de Dios no es como cualquier paz que el mundo puede ofrecer. Se puede describir la paz como la ausencia de conflicto. Con esta definición, la paz puede verse como algo neutro, sin embargo, muy inestable, ya que en cualquier momento la paz puede dejar de ser. Mas Dios dice en Juan 16:33 “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” La paz de Dios permanece en medio de la aflicción y el conflicto, porque Dios es el Príncipe de paz, y Él es nuestra paz. Si su rostro resplandece sobre nosotras, podemos tener paz en las situaciones más adversas. Esa es la paz que nos dice Su Palabra que sobrepasa todo entendimiento. Es la paz que rompe esquemas.
Apropiemos esta bendición, rogándole a Dios que en su misericordia nos bendiga y nos guarde, que podamos mirarle cara a cara en santidad cada día, y que su paz inunde nuestras vidas de tal modo que nada nos pueda tumbar. “En el mundo tendréis aflicción, nos dijo el Señor, “pero no temáis, confiad! Dios ya ha vencido. “Somos, como dice Romanos 8:37, “más que vencedores, por medio de aquel que nos amó.”