El apóstol nos quiere enseñar que incluso siendo cristianos, somos incapaces de guardar la ley en nosotros mismos; por eso usa la palabra “yo”: “…yo soy carnal, vendido al pecado” (7:14). Seguimos siendo incapaces aun y cuando nuestro nuevo “yo” ama y se deleita en la ley de Dios (7:22). Aquí surge el primer clamor “¡Miserable de mi! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?”(7:24) y finalmente nos lleva a un segundo clamor: “¡Gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor!” (7:25; NVI)