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Pablo pone todos sus sentimientos en su introducción a este tema y muestra su profundo fervor por la salvación de su pueblo, los judíos: “Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo, que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne” (1-3). En realidad, es la compasión que todo creyente debiera tener por su familia, sus seres queridos, sus amigos, sus semejantes. Pablo tenia la disposición de ser sacrificado por su pueblo, estaba dispuesto a ser separado de Cristo con la condición de ver salvado a su pueblo. ¿Cuan intenso es nuestro anhelo por ver salvados a los nuestros?