Década de 1950. Entre turnos de mina, peleas de cantina y hornos encendidos, corre el rumor de un charro espectral que patrulla los trayectos polvorientos entre Vetagrande y Pinos. Los viejos dicen que fue un capataz cruel que condenó a su cuadrilla por avaricia. Ahora regresa mudo y vengativo: sólo el silencio lo apacigua. Una cuadrilla de mineros decide retarlo tras una paga atrasada. El más joven rompe el pacto y silba para espantar el miedo. Esa misma madrugada, el tiro cede… y el pueblo vuelve a llamarse, como antes, el lugar de las viudas.