Un misterioso asesinó asoló las calles del centro de la Ciudad de México a finales del Siglo XVI. El caso llegó nada más y nada menos que a las manos del Virrey Luis de Velasco. Los habitantes apostaban por la presencia del demonio con una pata de cabra y otra de gallo. Pero Lizardo, el tahonero, sabía que era el hermano del oidor. El secreto le costó la vida, aunque terminó coabrando venganza del más allá.