Así definió Raúl Roa a su abuelo, Ramón Roa Travera, mambí que supo blandir por igual la pluma de verso patriótico, y el machete en el campo insurrecto, y quien viniendo de cuna rica, murió pobre el siete de enero de mil novecientos doce, en La Habana.
Desde muy joven, su impaciencia independentista le llevó a afiliarse en el exilio norteamericano a las sociedades Democrática de Amigos de América y con la Republica de Cuba y Puerto Rico.
Incorporado a la gesta emancipadora, mereció respeto de Máximo Gómez y Julio Sanguily, e Ignacio Agramonte lo hizo su secretario.