A veces decimos mucho con pocas palabras: “Te quiero”, “Ten cuidado” o “Es bonito”. Se pueden decir de manera liviana o se pueden decir llenas de emoción y significado, dependiendo del contexto. Pero Dios nunca habla con ligereza, por lo tanto, siempre debemos prestar atención. Aun así, hay veces cuando lo que dice es tan grande y tan magnífico que merece nuestro interés más profundo.
Un ejemplo de esto lo tenemos en lo que el Señor le dijo a Jacob hace muchos años: YO SOY DIOS. Es una declaración extraordinaria que, para el creyente, está llena de consuelo y esperanza. (EH49)