Jesús nos enseña que no basta con no pecar: también debemos alejarnos de todo lo que nos puede hacer caer (lo que vemos, escuchamos y frecuentamos). Como cuidamos nuestra salud física y mental, debemos proteger el alma, porque el pecado deja vacío y la pureza trae paz y libertad. Alejarse del mal no es miedo, es amor: quien se sabe amado por Dios cuida su corazón para amar mejor.