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En el episodio de hoy aprenderemos sobre Maurice Ravel, un compositor francés nacido en 1875.

Su propuesta musical está frecuentemente vinculada al impresionismo francés que surge a partir de la idea de expresar las ideas de una manera en cierto modo insinuada. Uno de los aspectos de la música del impresionismo es un tempo más libre, y con capacidad de un rubato a gusto del intérprete; utilización de los modos, introduciendo numerosas variaciones de cada uno. También es muy frecuente encontrar escalas propias de diferentes etnias.

La obra de Ravel se caracteriza en forma general por la cantidad relativamente modesta de composiciones en comparación con la de algunos de sus contemporáneos; pero también por su gran diversidad, pues abordó todas las formas musicales a excepción de la música religiosa.

Posee una notable proporción de reconocidas obras maestras como: Pavana para una infanta difunta, Bolero y Miroirs (Espejos). El catálogo completo establecido por Arbie Orenstein y completado por Marcel Marnat cuenta con 111 obras terminadas entre 1887 y 1933: 86 obras originales y 25 arreglos o adaptaciones.

Tzigane (Gitano) es una composición rapsódica escrita en 1924. La obra captura el espíritu de la improvisación gitana. Representa el lado pasional de Ravel y es un tributo a la música de etnias exóticas. La pieza abre con una introducción por el violín como una rapsodia, destacando la improvisación emulando un lamento de forma lenta, y dándole cierta libertad al intérprete de manipular los ritmos, frases y tiempos a su forma, y el ataque de las notas será lo que le dé el carácter dramático.

Las notas largas seguidas de notas rápidas que aparecen al inicio, sirven como una introducción hacia algo oscuro y de carácter lujurioso, siendo este tema el más importante de la pieza y que será variado a lo largo de esta. Serán unos dobles trinos los que marcarán la entrada de la orquesta y del arpa, quien marcará la primera transición, ambos instrumentos convergen finalmente con un acorde de la mayor que será reiterado enseguida por los chelos.

Acercándose al final de la pieza, se demanda una generosa cantidad de arcadas para el violín tomando un carácter un tanto maníaco que llegará hasta el final. La cadencia final podrá ser tocada manteniendo el puso o de igual forma ir acelerando gradualmente hasta llegar a los acordes finales.