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No me gusta que un político sea abucheado, pero entra, como se dice vulgarmente, en su sueldo. Ha sido una técnica habitual de la izquierda, no solo de los más radicales sino, también, del PSOE. A Sánchez no le gustan los gritos espontáneos que recibe de los españoles cuando baja de su coche oficial. Ha llegado a la conclusión de que es cosa del PP. Es cierto que le debe resultar desesperante constatar que no le quieren como se merece, ya que es difícil encontrar un estadista de su talla. Las urnas no solo no le dieron una mayoría absoluta, sino que le relegaron a una humillante segunda posición. A