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¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda?
Mateo 22.12.
En esta parábola Cristo habla de un rey que prepara una gran fiesta de bodas para su hijo. Sin embargo, ninguno de los invitados de la lista preferencial está dispuesto a asistir a la celebración, así que un segundo grupo es invitado, y mientras están todos sentados disfrutando la ocasión, la atención se centra sobre un hombre que no está vestido apropiadamente.
"Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció" (Mateo 22:11-12). No dice que estaba desnudo, pero evidentemente le faltaba algo: el atuendo apropiado para una boda.
Jesús continuó explicando a los líderes religiosos y a las multitudes que escuchaban el peligro de rechazarlo. Una boda era (y a menudo es en la actualidad) el evento social más significativo en la vida de una persona. La boda de un príncipe, y una invitación normalmente serían apreciadas. Parece extraño que los invitados rechazaran una invitación a una boda real. Esto ilustra el principio de que no hay una razón lógica de que los buenos regalos de Dios sean rechazados. El rey insistió en hacer la invitación lo más atractiva posible. Realmente quería que esos invitados vinieran. el rey de la parábola había enviado sus invitaciones mucho tiempo atrás; pero no fue hasta que todo estuvo preparado que la convocatoria oficial era publicada – e insultantemente rechazada. Todo en el banquete estaba listo, sólo había que venir. La reacción de los que fueron invitados no tenía sentido, pero si da una descripción precisa de la reacción de muchos al evangelio. Muchos no hicieron caso; otros regresaron a sus negocios. El Rey con todo derecho trajo juicio sobre los infractores. No solo rechazaron su invitación, sino que asesinaron a sus mensajeros. El rey estaba decidido a no tener un salón de banquetes vacío, así que les fue dada invitación todos los que escucharan. Cuando las primeras y las segundas invitaciones fueron tan dramáticamente rechazadas, la tercera invitación fue hecha más abiertamente. Todos fueron invitados. El rey cuidadosamente examinó a sus invitados para ver si todos vestían las prendas que por costumbre eran ofrecidas a los que asistían al banquete de bodas. El hombre sin vestido sobresalió por su diferencia. El vino vestido inapropiadamente y el rey se dio cuenta. El hombre que hizo como quiso en el banquete de bodas, en vez de honrar al rey y conformarse a sus expectativas, sufrió un terrible destino. El había actuado demasiado libre con las cosas santas; había insultado activamente al Rey.
Las costumbres judías de las bodas del siglo primero consistían en que el padre del novio estaba a cargo de todo el evento y asumía todos los gastos relacionados con la boda y el banquete posterior. En el caso de la realeza o de personas muy adineradas, esto generalmente incluía proveer una prenda de ropa especial que la persona invitada vestía sobre su propia ropa corriente. Esta prenda de ropa para las bodas se le ofrecía a la persona invitada cuando llegaba al evento y de inmediato se la ponía. El rechazo a vestir esa pieza de ropa era un insulto al padre del novio y podía ocasionar que esa persona invitada fuera expulsada de la fiesta. Esta prenda de ropa para las bodas representa la justicia de Dios. Este es un concepto que ha sido explicado en varias ocasiones tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento. Isaías describió nuestra justicia como trapos de inmundicia (Isaías 64:6) y la justicia de Dios como "vestiduras de salvación" y "manto de justicia" (Isaías 61:10) en donde la adquisición de estas cualidades está unida a los vestidos que se nos dan en la boda.

"En gran manera me gozaré en el Señor, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia, como a novio me atavió, y como a novia adornada con sus joyas." (Isaías 61:10)

En Apocalipsis 19 la iglesia ha sido preparada como una novia habiendo sido ataviada con vestidos de lino fino, lo cual representa nuestra justicia. Pero así como en Isaías 61:10 la justicia, simbolizada por el vestido, le es dada a la novia, la misma no se obtiene comprándola ni ganándola. Pablo dijo que nuestra es la justicia que viene a nosotros por la fe (Romanos 3:21-22). Dios no quiere que nadie se pierda, sino que todos lleguen al arrepentimiento (2 Pedro 3:9).
En el Evangelio hay una provisión completa para todas las necesidades del alma del hombre. Hay una provisión de todo lo que se puede necesitar para aliviar el hambre y la sed espirituales. El perdón, la paz con Dios, la esperanza viva en este mundo, la gloria en el mundo venidero, están ante nosotros en abundancia. Toda esta provisión se debe al amor del Hijo de Dios, Jesucristo nuestro Señor. Él ofrece llevarnos a la unión con Él - para restaurarnos a la familia de Dios como hijos amados - para revestirnos con Su propia justicia - para darnos un lugar en Su reino y presentarnos sin mancha ante el Padre de Su Padre.