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¿con qué la sazonaréis?
Marcos 9.50
La sal es una característica muy importante del cristiano. Sabemos las características de la sal; las principales son: el dar sabor a los alimentos, la preservación de ellos y el provocar la sed, derretir el hielo, ablandar el agua. Se ha dicho mucho acerca de esto. Los expertos señalan que existen más de 13 mil usos de la sal en los diferentes campos que van desde la alimentación, conservación, limpieza, salud, belleza, industria, etc. Es evidente la importancia que ha tenido este recurso, que incluso, fue el medio de pago en algunas civilizaciones de la antigüedad (de ahí surge el término "salario"). Todo sacrificio que se hacía en el Antiguo Testamento tenía que ser sazonado con sal, representando la santidad. La sal también se usaba como señal de un pacto.

La sal sostiene la vida. Significa fidelidad. Jesucristo representa la sal: preserva la vida, sostiene la vida y es fiel a las promesas que nos hace. El Señor continúa con sus referencias a la sal. Ahora habla de la sal que ha perdido su sabor. Y aunque todos entendemos esta referencia en el orden físico, ¿qué quiere decir en el ámbito espiritual del que el Señor está hablando? Por lo tanto, a lo que Jesús se refería cuando advirtió del peligro de que la sal se haga insípida, tenía que ver con conformarse con una obediencia religiosa externa, pero no de corazón. Como ya sabemos, ésta era la tendencia de los fariseos y escribas, gente que abogaba por una religión formal y legalista. La sal se hace insípida cuando no tomamos en serio las advertencias de Jesús y no rompemos radicalmente con cualquier forma de pecado en nuestras vidas. Nosotros como hijos de Dios tenemos un propósito que cumplir en un mundo que está en oscuridad, fuimos apartados para dar las buenas nuevas de salvación (Ef.2:10).
La sal, que proporciona sabor a los alimentos, es el símbolo de los hijos de Dios, cuya vida y testimonio deben ser llenos de sabor y atractivo. La sal produce sed al que la toma. Por lo tanto, en lo espiritual, si somos sal significará que produciremos sed de las cosas de Dios en muchos; o al menos una reacción a favor o en contra de las mismas. La sal cuando pierde su sabor, no sazona, ya no sirve para nada. Cuando el creyente ya no es sal en este mundo es cuando pierde su fuerza debido a que su testimonio no es bueno. La única manera de ser sal pura es permitir que el Espíritu Santo obre en nuestra vida.
(Colosenses 4: 5, 6) "Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo. Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.
En el Antiguo Testamento hay una historia muy interesante acerca de la importancia de la sal. "Y los hombres de la ciudad dijeron a Eliseo: He aquí, el lugar donde está colocada la ciudad es bueno, como mi señor ve; mas las aguas son malas, y la tierra es estéril. Entonces le dijo: Traedme una vasija nueva, y poned en ella sal. Y se la trajeron. Y saliendo él a los manantiales de las aguas, echó dentro la sal, y dijo: Así ha dicho Jehová: Yo sané estas aguas, y no habrá más en ellas muerte ni enfermedad. Y fueron sanas las aguas hasta hoy, conforme a la palabra que habló Eliseo." (2 Reyes 2:19-22). los pobladores tenían un problema, no tenían agua potable para beber, y la tierra era estéril. Le presentaron el problema a Eliseo, sabiendo que el Espíritu de Dios estaba sobre él. Eliseo les pidió que le trajeran una vasija nueva llena de sal. La sal en la Biblia, es un símbolo muy importante de sanidad, dado que una de las principales propiedades de la sal es de preservar la corrupción de las carnes. El hecho de que la pusieran en una vasija nueva, fue para que la propiedad sanadora de la sal no se contaminara con nada. La obediencia de los pobladores en hacer lo que pidió Eliseo, fue una prueba de fe para quienes iban a ser beneficiados con el milagro. Muchas veces le pedimos a Dios un milagro, pero no obramos con la fe para recibirlo, ni tampoco obedecemos los mandatos de Dios en nuestra conducta. Y luego, nos quejamos diciendo que Dios no contesta nuestra oración! Dice la Biblia que Eliseo fue a las fuentes de los manantiales de las aguas, y les echó la sal, y las aguas fueron sanadas en su origen. Todos los creyentes en la fe de Jesucristo, fuimos sanados en nuestro origen. Dios reformó todo nuestro ser, cambiando nuestro corazón. Y ahora que somos transformados nos manda a tener sal en nosotros mismos y ser en esta tierra. Jesús dijo a sus discípulos y a nosotros mismos: "Vosotros sois la sal de la tierra". Recordemos que la sal que Eliseo echó en las aguas, las purificaron, transformándolas de malas en buenas. Así Dios busca que hoy nosotros llevemos sanidad y salvación a otros. Por eso Jesús dice que no debemos permitir que nosotros nos volvamos insípidos, sin sabor ni poder de Dios para detener al corrupción. Como hijos e hijas de Dios somos sal con todos los atributos sanadores, en la medida que conservemos intactas las propiedades sanadoras. Esa sal ha sido puesta por Dios en vasijas nuevas, cada uno de nosotros somos nuevas criaturas, y la pureza conque vivamos en esta nueva vida, es lo que permitirá llevar sanidad a los necesitados; a los que viven sin Dios y sin esperanza, a los marginados, a los pobres, a los enfermos, a los pecadores, a los corruptos, a los que andan en caminos de perdición, a los que viven como aguas malas. Es bueno preguntarnos: qué es lo que debemos preservar?. Ante todo debemos preservar de corrupción nuestro propio corazón, así nunca más "ninguna palabra corrompida saldrá de nuestra boca". Luego esa misma sal es al que dará el sabor de vivir una vida que sea un "sacrificio santo y agradable a Dios". Esa será la sal que servirá para que los pecadores gusten del sabor de la pureza de la santidad, y entreguen sus vidas al Señor. Esto es bueno saber para cuando nos toque estar en medio del fuego de las pruebas. Y es que la sal nunca se disolverá. Porque la sal soporta las más altas temperaturas sin descomponer sus propiedades salutíferas. La base de la unidad del cuerpo de Cristo es la sal; la sal representa nuestra lealtad y fidelidad a Dios y a nuestros hermanos en la fe dentro de la Iglesia. Efesios 4:3 dice que debemos ser "solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz". Es nuestra responsabilidad cuidar, guardar y mantener con celo la unidad del cuerpo, siendo solícitos. Recordemos que Jesús nos dice: "Tened sal en vosotros mismos; y tened paz unos con otros". Eliseo primero purificó las aguas con sal, para que luego la tierra madurara en bendición y fertilidad. La sal sana y purifica los corazones, y luego produce fidelidad y lealtad con el Señor y con todos los miembros de Su cuerpo. De esta manera podremos ser la sal de la tierra, para llevar sanidad a todos los que viven dentro, y fuera del reino de Dios. Así la gloria del Señor llenará toda la tierra, porque toda la humanidad será salada!
Nosotros debemos ser ese agente saborizante para difundir el Evangelio como lo hicieron los discípulos de Jesús para que se puedan experimentar los sabores de la gracia y el amor de Dios.


Nuestro Señor Jesús quiere preservarte, darte sazón y hacerte útil.