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Bistritz, 3 de mayo. Salí de Münich a las 8:35 de la noche del primero de mayo, llegué a Viena a  la mañana siguiente, temprano; debí haber llegado a las seis cuarenta y seis; el tren llevaba una hora de  retraso. Budapest parece un lugar maravilloso, a juzgar por lo poco que pude ver de ella desde el tren y  por la pequeña caminata que di por sus calles. Temí alejarme mucho de la estación, ya que, como  habíamos llegado tarde, saldríamos lo más cerca posible de la hora fijada. La impresión que tuve fue que  estábamos saliendo del oeste y entrando al este. Por el más occidental de los espléndidos puentes sobre  el Danubio, que aquí es de gran anchura y profundidad, llegamos a los lugares en otro tiempo sujetos al  dominio de los turcos.  Salimos con bastante buen tiempo, y era noche cerrada cuando llegamos a Klausenburg, donde  pasé la noche en el hotel Royale. En la comida, o mejor dicho, en la cena, comí pollo preparado con  pimentón rojo, que estaba muy sabroso, pero que me dio mucha sed. (Recordar obtener la receta para  Mina). Le pregunté al camarero y me dijo que se llamaba "paprika hendl", y que, como era un plato  nacional, me sería muy fácil obtenerlo en cualquier lugar de los Cárpatos. Descubrí que mis escasos  conocimientos del alemán me servían allí de mucho; de hecho, no sé cómo me las habría arreglado sin  ellos.

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