La comida es una droga para ellos y tienen que reprimir sus ganas de ingerir alimentos cada día.
No les sirven dietas ni algunas terapias, tampoco operaciones porque el problema no está en el estómago, sino en la cabeza. Son los comedores compulsivos. Ana, un nombre ficticio, es nuestra protagonista de hoy. Tiene este problema y nos explica su lucha diaria.