El tweet de Lis Cuesta descolocó a dos tipos de usuarios de las redes: a los haters u odiadores (era lógico siendo de amor el mensaje) y a los que creen que el amor no puede mezclarse con la política. El componente lúdico del mensaje, que como regla permanece ausente de las cuentas oficiales y de los textos de contenido político en nuestro entorno mediático, sorprendió a casi todo el mundo.
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