La falsa acusación contra Sócrates no tardó en tener el efecto que sus enemigos deseaban, pues el tribunal dio órdenes de arrestarlo y juzgarlo. El filósofo, seguro de su inocencia, fue ante los jueces y con tranquilidad respondió todas las preguntas.
Les dijo que él nunca había ridiculizado a los dioses, pues sabía que no estaba bien burlarse de lo que otros consideran sagrado. Entonces, como seguían pidiéndole que explicara su perspectiva, dijo que él creía que había un dios mayor y mejor que todos los que los griegos veneraban.
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Fuente: «La historia de los griegos», de Hélène Adeline Guerber, disponible en https://academialatin.com/cultura-griega/historia-griegos-guerber/