—¡Tienes cabeza de cebolla!
No hubo respuesta.
—¡Salvaje, bribón! ¡Tu cabeza es demasiado grande para tu cuerpo!
No hubo respuesta.
El hombre que no respondía era Pericles, gobernador de Atenas. Nadie sabe por qué le estarían gritando aquello por la calle. Pericles prosiguió su camino en silencio hasta que llegó a la puerta de su casa. Se estaba haciendo tarde, pero a través de la oscuridad la voz seguía profiriendo insultos. Pericles le dijo a uno de sus sirvientes:
—Trae una antorcha encendida y muéstrale a esta persona el camino a casa.
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Fuente: Plutarco para niños: historias de los griegos, de Frederick James Gould, disponible en https://academialatin.com/cultura-griega/plutarco-ninos-griegos-gould/