Mientras tanto, Tulia esperaba impacientemente noticias del asesino de su padre y se preguntaba si habría pasado algo que arruinara los planes en los que ella había ayudado a su marido. Demasiado impaciente como para esperar más, finalmente ordenó a sus sirvientes que prepararan el carro, y entonces fue a buscar a Tarquino.
Cuando el carro giró en una calle estrecha que llevaba al senado, el conductor detuvo repentinamente a los caballos. Tulia le preguntó por qué había parado. El hombre le dijo que no podía pasar porque el cuerpo del rey estaba tirado en medio de la calle; pero ella, al oír aquello, le dijo malévolamente que pasara por encima.
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Fuente: «La historia de los romanos», de Hélène Adeline Guerber, disponible en https://academialatin.com/cultura-romana/historia-romanos-guerber/