Cuando los galos llegaron a la ciudad, se sorprendieron al ver las puertas abiertas, las calles abandonadas y las casas vacías. Al principio no se atrevían a entrar, no fueran a caer en una emboscada, pero, tranquilizados por el silencio, finalmente entraron. Conforme iban caminando por las calles, contemplaban con admiración los hermosos edificios.
Finalmente llegaron al foro, y allí volvieron a detenerse maravillados frente a aquellos ancianos sentados en silencio y quietos en las sillas. Aquella visión era tan impresionante que se quedaron pasmados y empezaron a preguntarse si se trataba de personas reales o de estatuas.
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Fuente: «La historia de los romanos», de Hélène Adeline Guerber, disponible en https://academialatin.com/cultura-romana/historia-romanos-guerber/
