A Tito lo sucedió su hermano Domiciano, que comenzó su reinado de una forma digna de alabanza. Sin embargo, le gustaba demasiado apostar y entregarse a los placeres. También era holgazán, y pronto desterró a los filósofos y matemáticos de Roma, diciendo que una gente tan cansina no tenía ninguna utilidad.
Ningún otro emperador dio al pueblo tantos espectáculos. A Domiciano le encantaban las carreras de todos tipos en el circo, y los acontecimientos atléticos y pruebas de toda clase. Él mismo era un magnífico arquero. Se enorgullecía tanto de ello que a menudo obligaba a un esclavo a quedarse quieto a cierta distancia de él, y entonces disparaba en el espacio que dejaba entre los dedos abiertos. Aquello era bastante cruel, porque si el emperador fallaba o el esclavo temblaba, podía significar una terrible herida o incluso la muerte.
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Fuente: «La historia de los romanos», de Hélène Adeline Guerber, disponible en https://academialatin.com/cultura-romana/historia-romanos-guerber/