Lo que más le gustaba al emperador Adriano era construir edificios. Por ejemplo, dio órdenes de reconstruir Cartago, y cuando visitó Egipto hizo reparar con esmero la tumba de Pompeyo.
En Palestina, Adriano habría reconstruido Jerusalén. Los judíos se alegraron mucho al oír aquello, porque los cristianos habían declarado que la ciudad nunca volvería a florecer. Sin embargo, su gozo no duró mucho, pues poco después los judíos y los romanos comenzaron una terrible disputa que terminó en guerra. Más de quinientos mil judíos murieron en la contienda, y también incontables romanos y cristianos perdieron la vida.
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Fuente: «La historia de los romanos», de Hélène Adeline Guerber, disponible en https://academialatin.com/cultura-romana/historia-romanos-guerber/
