La educación de la voluntad no tiene fin. Esto significa que el hombre es una sinfonía siempre
incompleta, y que, haber alcanzado un buen nivel no quiere decir que se esté siempre abonado al mismo,
ya que las circunstancias de la vida pueden conducir a posiciones insólitas, inesperadas, difíciles o que
obligan a reorganizar parte de la estructura del proyecto personal. También hay que citar la falta de
orientación de la sociedad actual, tan permisiva y con tan pocos valores de referencia, que impide ver
ejemplos positivos que sirvan como modelos de identidad. La sociedad, tal y como está ahora, no favorece
en casi nada la potenciación de la voluntad. Y mucho más difícil resulta esta potenciación con la influencia
de la televisión, frente a la cual no cabe tener más que un moderado pesimismo.
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