Francia arde otra vez como ocurrió hace más de tres décadas con revueltas urbanas, casi siempre policía contra jóvenes, hijos de inmigrante. Esta vez tras la muerte de Nahel Merzouk a manos de la policía, en una de las barriadas urbanas.
Se reabrió una herida estructural de Francia en la que esta juventud no se identifica con la institucionalidad y no se reconocen con la República Francesa y los valores de la democracia.
Este estallido social confronta a la vieja República con una marginalización de la población que representa su pasado: la pobreza, la migración, la desigualdad y la falta de expectativa para los jóvenes que acrecientan cada día más la brecha entre el estado y la realidad.