Los estigmas en torno a la menstruación han persistido a lo largo de la historia, arraigados en mitos, tabúes culturales y falta de educación. Esta función fisiológica natural ha sido durante mucho tiempo malentendida y estigmatizada, con consecuencias que van desde la marginación social hasta la falta de acceso a productos de higiene menstrual. La vergüenza y el silencio en torno a la menstruación han impedido que se aborden adecuadamente las necesidades de salud reproductiva de las personas menstruantes, perpetuando así una cultura de discriminación y desigualdad de género. Sin embargo, el movimiento menstrual ha ganado impulso en los últimos años, desafiando estos estigmas y abogando por la educación, la equidad y la inclusión en torno a la menstruación.