No son pocos los que opinan que en España el régimen fiscal es confiscatorio, con todo lo que implica este término. Hay economistas que consideran que se detrae fiscalmente una proporción excesiva a los ingresos genuina y legalmente obtenidos. Estaba de moda decir aquello de “España nos roba” en los territorios del Este, pero esa frase se puede acuñar sin rubor en el resto del país. Tenemos un Estado deficitario de manera estructural, como tantos países anclados en la llamada socialdemocracia. La deuda pública ya es el 117% del Producto Interior Bruto, esto es la riqueza que genera cada año el país. Cada españolito de a pie debe así unos 31 mil euros. El concepto socialdemócrata en sí mismo es pernicioso porque favorece el gigantismo estatal, del que pasa a depender buena parte de la población; así, hoy tenemos a una mitad de españoles activa que sostiene prácticamente a la otra mitad pasiva. La carga de los dineros públicos recae en esa mitad que labora, labora y labora sin parar y que contribuye y contribuye sin remisión. Porque el Estado es voraz e insaciable y penaliza a aquellos que quieren prosperar de forma honesta y legítima. Con la excusa de la proporcionalidad y la progresividad se esquilma a quienes sacan, aunque sea solo un poco, la cabeza del redil. La clase política moderna, en general, prefiere una ciudadanía dócil, sirviente y sumisa. Que buena parte de la población dependa de lo público es una manera óptima de esclavizar sin casi dolor