Estas elecciones han dejado varios mensajes. Uno: las fórmulas marrulleras de algunos penalizan. Y menos mal. Así, los morados se han caído con todo el equipo y están dando los estertores, últimos balbuceos antes de desaparecer del panorama. Personajes como Alejandra Jacinto o Sotomayor han durado lo mismo que un chupachups a la puerta de un colegio. Su campaña ha sido sucia, inmoral y miserable, como lo fue el gesto de llevar una camiseta con el rostro del hermano de Isabel Díaz Ayuso en debates electorales, la Jacinto, y en el Congreso de los Diputados la Ministra, Ione Belarra. Dos: el esperado sepelio de Ciudadanos ya ha llegado. Es una lástima que un proyecto iliberal ilusionante, como antes lo fuera Unión Progreso y democracia, se haya ido por el sumidero a raíz de las malas decisiones de sus dirigentes: primero Albert Rivera y después Inés Arrimadas. Ya han anunciado que declinan presentarse a las generales. En su epitafio se podría leer: pudimos pero la cagamos. Y tres: el peor de todos los mensajes. En Euskadi y Navarra los herederos políticos de ETA, EH Bildu, aumentan significativamente su presencia parlamentaria demostrando, por si alguien lo dudaba, que hay una moral muy discutible en una parte de la sociedad vasca. Habrá alcaldes en algunas localidades con delitos de sangre a sus espaldas. A este paso, tal vez esté cerca la posibilidad de que el presidente de la autonomía, el lehendakari, llegue a ser el “hombre de paz”, Arnaldo Otegui. En julio, en plena canícula, de nuevo los españolitos de a pie están llamados a votar. Otros 140 millones de euros a gastar en la organización de los comicios, una menudencia, ¿verdad? Aunque podríamos habérnoslo ahorrado si don Pedro no hubiera creído a José Félix Tezanos, el cocinero del CIS, al que una vez más, empresas demoscópicas serias y el propio resultado electoral han dejado en evidencia. No, Pedro Sánchez no quería irse en mayo, pero tal vez lo haga en julio. Aunque si los líderes territoriales, llamados barones, tuvieran arrestos plantearían que Sánchez no fuera el candidato porque ciertamente, lo mejor para el partido socialista obrero español sería derogar, como dicen algunos, pero desde dentro al sanchismo, una manera despreciable de hacer política, y comenzar así a reconstruir un proyecto socialdemócrata con sentido. García Page, el más crítico con la deriva sanchista, ha sido el único barón que se ha salvado de la quema. El resto, como Lambán o Fernández Vara, ha pagado su tibieza en la censura y han sido castigados en las urnas. La resaca de estas elecciones será duradera y me temo que a los ciudadanos nos seguirá doliendo la cabeza unos meses más