Imagina esta escena: es de noche, tu pareja se acerca, busca contacto… y aunque en tu interior no tienes ganas, accedes. No porque lo desees, sino porque no quieres discutir, porque temes que se sienta rechazado, o simplemente porque “toca”. ¿Te ha pasado? A muchísimas personas sí. Y lo que empieza como un gesto para evitar conflictos, poco a poco puede convertirse en una costumbre peligrosa: tener sexo sin deseo, solo para complacer. El problema es que cuando ignoramos nuestras propias ganas, no solo sacrificamos el placer… también nuestra autoestima, nuestro sentido de autonomía y la chispa erótica que sostiene la relación. En este episodio vamos a hablar de por qué es tan importante reconocer y cuidar nuestro propio deseo, qué consecuencias trae relegarlo a un segundo plano y, lo más importante, qué pasos prácticos podemos dar para volver a poner al centro no solo el placer compartido… sino también el placer propio. Porque el amor de verdad no se trata de dar hasta vaciarnos, sino de compartir desde un lugar donde ambos tengan ganas.