A Pablo Neruda
Pablo, crecido con la lluvia
y con el viento desolado.
Con trenes que escupían
nubes blancas de vapor
en frías noches mojadas y de manto.
Hijo del Sur, de los bosques y los lagos.
Tu niñez de estaciones olvidadas
y la mirada taciturna, soñando,
te hizo ver el mundo más despacio.
Tus palabras ligeras y de música,
en collares de versos y relámpagos,
alzaron al altar el ajo, la cebolla,
el congrio en la olla desnudado
y dieron luz al muelle abandonado.
El amor y la pasión usaron como lengua,
la escala infinita de tus labios.
El mar te tendió ritmos y rimas
para que cantaras al mundo
los sentires más humanos.
Y hoy recuerdo tu voz que se rompía,
tu poema tejido con verbo calmo
y el día triste de tu muerte.
La noche maldita y más oscura,
que no supo apagar la fuerza de tu canto.
Ya han pasado tantos años imposibles
y desde lejos sigo enunciando,
mareas de odas y sonetos,
garúa, esencia de bosque, niebla,
desierto, salitre y frente sudando,
con tus versos en el alma conjugados.
