En cada desgracia somos uno,
en la vida, somos siempre dos.
En las noches, nuevamente uno
y en el día, bajo la luz, somos dos.
Uno, dos, dos y uno, paso a paso,
latido a latido, corazón a corazón.
Te llevo en mi pecho y mi bolsillo,
en mi camisa y en mi pantalón.
Atada como un collar al cuello,
entibiando cada una de mis penas,
regando mis lágrimas en su fuente
y atándome con cadenas de amor.
En la tierra, somos uno bajo el sol,
uno compartiendo alegrías y dolor.
Ensanchado las calles bajo la lluvia
y mojando los ojos con la misma flor.