En qué bolsillo
puse mi auto estima
y en qué lugar he perdido
la hondura del silencio.
En qué esquina jamás doblada
deje el destino colgado
como una bandera invisible al viento.
Todo queda atrás hasta la vida,
que me sigue aún en desconcierto,
como una sombra roída por los años,
que busca entre las piedras,
donde esconder mi aliento.
Y yo camino y camino,
sin preguntarme por el tiempo.
Anoche deje las luces encendidas
para que la muerte me encontrará
sin mayores contratiempos.
Pero fue el alba quien me besó el rosto
y no la tierra fértil y húmeda del cementerio.