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Description

Había una vez en las vastas llanuras de África un pájaro llamado Jancho, un Picabueyes con un temperamento travieso y malicioso. A diferencia de sus compañeros, Jancho tenía un plumaje oscuro y un pico de color rojo intenso que imponía respeto. Jancho no compartía el noble propósito de sus congéneres de desparasitar a los grandes mamíferos de la región. En lugar de ayudar, encontraba diversión en causar problemas y aprovecharse de ellos. En secreto, disfrutaba alimentándose de las garrapatas y otros parásitos sin importarle el sufrimiento que causaba a sus anfitriones. El pájaro malicioso se dedicaba a arrancar las garrapatas sin tener cuidado de no lastimar a los mamíferos. No se preocupaba por mantener la herida abierta, como sus congéneres, simplemente disfrutaba de la sangre y la piel de sus huéspedes. Su dieta consistía exclusivamente en los líquidos y tejidos corporales de sus víctimas. Jancho era astuto y hábil para esconder su verdadera naturaleza. Controlaba sus impulsos malignos cuando otros Picabueyes estaban cerca y actuaba como si estuviera siguiendo el ritual normal de desparasitar a los grandes mamíferos. Pero en el fondo, su verdadero objetivo era aprovecharse de la bondad y confianza de las criaturas inocentes. Su apariencia física era similar a la de sus compañeros, aunque su plumaje oscuro reflejaba su personalidad oscura. Tenía un anillo ocular amarillo que rodeaba un ojo rojo y brillante, lo que lo hacía parecer más amenazador que los demás Picabueyes. Jancho se servía de sus patas cortas y sus fuertes dedos y uñas afiladas para agarrarse a los mamíferos. No había ser vivo que se le resistiese, desde impalas, kudus y cebras hasta jirafas, búfalos y rinocerontes. Incluso se aventuraba en ocasiones a acosar a los hipopótamos. A diferencia de sus congéneres, Jancho no mostraba lealtad ni afecto hacia su pareja. Cambiaba constantemente de compañero, sin importarle el vínculo que pudiera haberse desarrollado. Su única lealtad era hacia sí mismo y hacia sus propias travesuras. Jancho construía sus nidos en huecos, a menudo en paredes, pero no los forraba con pelo arrancado de los mamíferos como hacían los Picabueyes comunes. Él prefería vivir de manera solitaria y egoísta, sin tener un hogar acogedor y compartido con una pareja estable. A medida que pasaba el tiempo, los demás animales de la sabana comenzaron a descubrir el oscuro secreto de Jancho. Su comportamiento despiadado y su mala intención fueron revelados, y los mamíferos decidieron alejarse de él. Los Picabueyes buenos fueron aún más conscientes de su noble tarea y se unieron para proteger a los mamíferos de su malvado compañero. La fama de Jancho como el Picabueyes malo se extendió por toda la sabana africana y se convirtió en una advertencia para aquellos que se aprovechan de otros. Aunque Jancho continuó su vida solitaria y traicionera, su impacto en la comunidad fue un recordatorio de la importancia de la lealtad, la bondad y el respeto mutuo. Y así, Jancho el Picabueyes malo quedó conocido como un personaje oscuro en la historia de la vida en la sabana africana, y los demás animales aprendieron a ser más cautelosos y a valorar la ayuda desinteresada de los Picabueyes buenos que desempeñaban un papel crucial en el ecosistema. JOSÉ PARDAL

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