Ramiro era un lobo que vivía cerca de un lago. Le encantaba pescar y se pasaba horas y horas en la orilla esperando a que algún pez picara su anzuelo. Un día, mientras estaba pescando, vio a una grulla que se acercaba al lago. La grulla se llamaba Claudia y era muy elegante y orgullosa. Ramiro se quedó admirado por su belleza y quiso hablar con ella. - Hola, ¿qué haces aquí? - preguntó Ramiro. - Hola, vengo a beber agua y a refrescarme - respondió Claudia. - ¿Te gustaría pescar conmigo? Tengo un anzuelo muy bueno y hay muchos peces en el lago - ofreció Ramiro. - No, gracias. Yo prefiero usar mi pico para atrapar a los peces. Es más rápido y más limpio - rechazó Claudia. - Bueno, como quieras. Pero te estás perdiendo una buena oportunidad - insistió Ramiro. Claudia se alejó de Ramiro y se fue a otro lado del lago. Ramiro se sintió ofendido y pensó que Claudia era muy presumida y antipática. Decidió olvidarse de ella y seguir pescando. Sin embargo, al cabo de un rato, Ramiro se dio cuenta de que no había pescado nada. Miró alrededor y vio que Claudia tenía el pico lleno de peces. Se sintió celoso y frustrado. - ¿Cómo lo haces? ¿Qué truco tienes? - preguntó Ramiro. - No tengo ningún truco. Solo uso mi pico y mi habilidad - respondió Claudia. - ¿Y no me podrías enseñar? - rogó Ramiro. - Lo siento, pero no puedo. Cada uno tiene su forma de pescar y la mía es solo para las grullas - dijo Claudia. Ramiro se enfadó y pensó que Claudia era muy egoísta y desagradable. Decidió vengarse de ella y le tendió una trampa. Le dijo que había encontrado un lugar donde había muchos más peces y que si quería le podía llevar allí. Claudia aceptó confiada y siguió a Ramiro hasta una zona pantanosa. Allí, Ramiro le dijo que se metiera en el agua y que esperara a que los peces vinieran a ella. Claudia hizo caso y se metió en el agua. Pero lo que no sabía era que Ramiro había atado una cuerda a su pata y la había sujetado a un árbol. Cuando Claudia quiso salir del agua, se dio cuenta de que estaba atrapada. - ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Me han enganchado! - gritó Claudia. - Ja, ja, ja. Te lo mereces por ser tan soberbia y tan tacaña - se burló Ramiro. - ¿Qué? ¿Has sido tú? ¿Por qué me has hecho esto? - preguntó Claudia. - Porque me has ofendido y me has humillado. Ahora vas a pagar por tu arrogancia - dijo Ramiro. Ramiro se acercó a Claudia con intención de comérsela. Pero cuando estaba a punto de hacerlo, oyó un ruido en los arbustos. Era un cazador que había visto la escena y que apuntaba con su escopeta a Ramiro. - ¡Un lobo! ¡Qué suerte! Voy a cazarlo - dijo el cazador. Ramiro se asustó y quiso escapar. Pero entonces se dio cuenta de que también tenía una cuerda atada a su pata y que la había sujetado al mismo árbol que Claudia. - ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Me han enganchado! - gritó Ramiro. - Ja, ja, ja. Te lo mereces por ser tan malvado y tan cruel - se burló Claudia. - ¿Qué? ¿Has sido tú? ¿Por qué me has hecho esto? - preguntó Ramiro. - Porque me has traicionado y me has amenazado. Ahora vas a pagar por tu maldad - dijo Claudia. Claudia se alejó de Ramiro con su pico Pues después, el cazador se acercó a Ramiro y le disparó. Ramiro cayó al suelo sin vida. Claudia se sintió aliviada y agradecida. Usó su pico para cortar la cuerda que la ataba y se liberó. Luego voló hacia el lago y se reunió con sus amigas las otras grullas. Les contó lo que le había pasado y les advirtió del peligro de los lobos y de los cazadores. Las grullas le dieron las gracias y le dijeron que era muy valiente y muy inteligente. Claudia se sintió feliz y orgullosa. Y así termina el cuento. JOSÉ PARDAL
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