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Los templarios fueron caballeros del templo de Al-aqsa (Jerusalén). Además de los pobres compañeros de Cristo (caballeros), la Orden tenía sargentos (clase combatiente) y capellanes (clase religiosa). Algunos autores aseguran que hubo mujeres (hermanas) en las Encomiendas templarias y castillos en Europa (no en la tierra santa) y que se dedicaban a otras labores, no a guerrear. La vida monástica solo era para los caballeros y estos debían realizar un juramento en el que se les imponía una regla o reglamento. Esta regla debía ser obedecida por todos los miembros de la Orden, pero solo aquellos nombrados caballeros tenían tres votos. El voto de pobreza, entendido por llevar una vida muy austera, sin lujos y comodidades que solo servían para hacer más perezosos a los templarios. El voto de obediencia, en el que juraban obedecer las órdenes de los jefes o superiores de la Orden. El voto de castidad, que garantizaba la pureza de los templarios, quiénes tenían prohibido besar y hasta mirar a las mujeres. Esto no quiere decir de ningún modo que fueran gays, pues la Orden tuvo caballeros casados (Ver la regla del temple, sobre cómo se debían recibir estos). Y el compromiso de participar en la defensa de los lugares santos y proteger a los peregrinos. Unido a esto, la institución templaria poseyó una banca o sistema bancario que realizaba préstamos y donaciones, incluso a los nobles y los reyes. Asimismo, estos confiaban sus tesoros al temple. Además, los hermanos tenían su propia flota de barcos y muchos cruzaron el Mediterráneo a bordo de las naves templarias, ora desde la costa Oriental, ora hacia esta, llevando alimentos que ellos mismos producían en sus Encomiendas, en Europa, cargamentos de todo tipo (caballos, armas, etcétera) y tropas. En fin, algo así como una Empresa Multinacional o un ejército privado al servicio de la cristiandad. Los templarios debían obediencia (en la guerra) al maestre y sus oficiales, al obispo de Roma (sumo pontífice) y en primer lugar a Dios. Pasaban sus días en el ejercicio de las armas, entrenando y fortaleciendo su capacidad combativa, ganando habilidades o destrezas, orando en sus capillas o templos y participando en los combates donde muchos perdieron sus vidas. No podían rendirse o retroceder. Si eran vencidos y capturados, el fin sería la muerte por decapitación, pues temían los musulmanes que, si eran liberados aquellos que tenían prisioneros, regresaran para vengarse y matarlos. Los pobres compañeros de Cristo eran soldados, en primer lugar (no monjes) y compartían esta condición u oficio militar con la vida conventual. Eso no los hace monjes, propiamente dicho, pero su nobleza o mansedumbre con los humildes, hizo que los tuvieran por tales. El caso es que, durante las batallas, parecían demonios de ojos azules o verdes que marchaban y cargaban sobre los enemigos como si se tratase de ir a una fiesta. Pues, nuestros queridos hermanos del temple, sabían que morir en Cristo y por Cristo era lo mejor que les podía suceder. De allí que la cruz patada o patee de gules, que usaban sobre su corazón y hombro izquierdo, era un símbolo de la sangre y el martirio de nuestro señor Jesucristo (los masones no usan mantos o capas blancas a semejanza de los templarios). El estandarte del temple, llamado beauseant (bello, hermoso, bien sentado) también tenía una cruz de gules y este ondeaba gallardo en las batallas, con sus dos franjas horizontales (una de plata y una de sable). Así pues, la Orden templaria fue una de las unidades mejor preparadas y pertrechadas de la Edad Media, ganándose la admiración y el respeto de todos (con excepción del rey Felipe IV de Francia que los envidiaba y le debía mucho dinero). Si tomamos como punto de partida la época medieval, no hubo jamás un ejército más perfecto y completo que la blanca milicia del temple (Militia Dei). Tanto es así, que la iglesia católica romana le concedió tres bulas o decretos pontificios a los templarios (Omne Datum Optimum, Milites Templi y Militia Dei). Algo que no sucedió con las demás órdenes militares y religiosas, desde el siglo XII, hasta el XIV. Al hablar de los caballeros templarios no podemos menos que sentirnos orgullosos y privilegiados, por haber conocido y estudiar la historia de tales guerreros, ora leones o águilas en la batalla, ora corderos en el templo, meditando y orando. Sobre la disyuntiva de matar por su Fe, cosa que le planteaba no pocas preocupaciones a los templarios, estaba la exhortación a la milicia del templo, dedicada por San Bernardo de Claraval a petición del maestre Hugo de Payns. Este documento se llama Líber Ad Milites Templi o De Laude Novae Militiae Ad Milites Templi. Recomendamos el estudio del mismo para que se pueda comprender un poco la mentalidad de los templarios y su época. Una parte del medievo que no podemos olvidar o rechazar pues, sentó las bases para la construcción o el surgimiento de la Europa Moderna. Incluso, dejando sus huellas en América y otros continentes. Los caballeros templarios no construyeron sino que financiaron la edificación de catedrales y capillas, así como algunos castillos y el convento de Cristo en Portugal (Port-u-Graal). Lucharon junto al rey Jaime I en sus campañas y como fuerza de apoyo en la batalla definitiva de las Navas de Tolosa, el punto culminante o cierre de oro de la llamada reconquista en la península Ibérica. Gracias a los templarios, la cristiandad pudo recuperar el reino de Portugal como ya se dijo, que estaba en poder de los moros, como fueron denominados de manera despectiva los musulmanes por los españoles. Millones de páginas existen y se habrán de publicar todavía sobre la historia, y no pocas leyendas, sobre L'Ordre du Temple. Rayando incluso la fantasía y el sensacionalismo desmedido. Pero una cosa es cierta, no habrá jamás sobre la tierra caballeros más puros y nobles que los pobres compañeros de Cristo y del templo de Jerusalén (Al-aqsa). Non Nobis, Domine, Non Nobis, Sed Nomini Tuo Da Gloriam. Ad Maiorem Dei Gloriam. República de Cuba, 19 de diciembre de 2024. Año de nuestro señor Jesucristo. Maestro de Formación, Fr. Acosta, Yasser Leodan Rodríguez (Al-Nasir). WhatsApp (53) 52010065. Contacto por Email (TempleCuba) templecuba@gmail.com