Los caballeros templarios fueron miembros de una Orden militar y religiosa de la Edad Media. Creada como una novae militiae, en 1118 (Balduino II de Jerusalén) y reconocida Oficialmente, en 1128, durante el Concilio de Troyes. Después de esto se le concedieron varias bulas papales o decretos pontificios tales como: Omne datum optimum (1139) de Inocencio II. Milites Templi (1144) de Celestino II. Militia Dei (1145) de Eugenio III. Y en 1147 este mismo les concede la cruz patee de gules que debían llevar sobre sus mantos, en el hombro izquierdo, cerca del corazón. En España, Ramón Berenguer III (conde de Barcelona) ingresa en la Orden (1131). También el rey Alfonso I y el rey Jaime I de Aragón favorecen a los templarios. Años más tarde, luego de su disolución (en 1312) por la bula Vox in excelso de Clemente V (obligado por Felipe IV de Francia) la Orden de Cristo en Portugal (1138) es aprobada canónicamente por la bula Ad ea ex quibus, del papa Juan XXII. A petición del rey portugués Dionis o Dionisio I. Siglos más tarde, en 1705, el regente de Francia y duque de Orleáns Felipe II aprueba la nueva Orden que pasó a llamarse Ordre du Temple de Jérusalem o la Ordre Souverain et Militaire du Temple de Jérusalem (OSMTJ) en latín Ordo Supremus Militaris Templi Hierosolymitani (OSMTH). La que fue aprobada también por Napoleón III durante la regencia de Narcisse Valleray en 1850. Pero un poco antes, su Maestre fue Edward VII de Inglaterra, en 1840. Y en 1804 fue reconocida por Luis XVIII (Borbón) durante la maestría o el maestrazgo de Fabre Palaprat. Por todo esto, podemos decir con certeza que no somos una secta, como algunos ignorantes comentan. Somos herederos de una larga historia de caballeros y monarcas, así como de una sucesión de bulas papales, que nos ubica en una posición de nobleza y de linaje mezclado con la religión católica romana. Ellos eran caballeros y nobles. Nosotros no. Nosotros heredamos la historia. Nosotros debemos hacer honor a esa historia y continuar su legado. Nos, dejamos una huella en la historia, en esa historia, como pobres caballeros de Cristo. Grado simbólico y meritorio que se complementa con los cargos y responsabilidades que nos legaron aquellos primeros monjes guerreros. Por todo esto, no somos una secta. No somos todos militares. Somos una hermandad laica, una organización sin fines de lucro, una fraternidad, una Asociación de fieles cristianos, una congregación cristiana, medievalista y humanista (humanitaria). No somos una secta. Somos una caballería Espiritual. Y tenemos una historia. Gracias Milord Jesucristo. Solo a vos la Gloria. Nnobis...