A medida que los hijos crecen y parten, la pareja tiene la oportunidad de enfocarse aún más en su fe y en servir juntos en la familia de la fe. Pueden profundizar su relación con Dios, orar juntos y dedicar tiempo a actividades espirituales compartidas. Esta fase también les brinda la ocasión de ser modelos de fe y amor cristiano para sus hijos y futuras generaciones. En lugar de sentirse vacíos, pueden encontrar plenitud en la presencia y el propósito que su fe les proporciona durante esta transición en su vida familiar.