Se exploran la idea de que la democracia liberal podría ser un oxímoron, argumentando que el capitalismo, por su naturaleza, es antidemocrático debido a su búsqueda de la concentración de capitales. El autor rastrea cómo el liberalismo histórico, surgido de la nobleza feudal, aseguró los intereses de una élite y reprimió movimientos populares. Se postula que el capitalismo, históricamente, ha destruido democracias para imponer su dominio. Además, se presenta la hipótesis de que la idea de democracia, vista en modelos indígenas americanos más inclusivos, fue secuestrada y reinterpretada por la Ilustración a través del modelo griego limitado para servir a los intereses de la clase dominante, concluyendo que la democracia parece incompatible con los sistemas geopolíticamente dominantes e imperiales.