El deseo del ser humano es mimético. Se diferencia de la mera necesidad o apetito en dos planos: el origen de ese deseo no es el objeto, sino la imitación del deseo de otro, un modelo, y por su carácter metafísico: nada parece poder saciarlo. El objeto de deseo no importa como el modelo al que imitamos. El objeto no importa, su consecución es secundaria, la frustración, la violencia derivada van de la mano. Base fundante para una cultura del consumo, la exclusión y la miseria.