El hermano Aloïs de Taizé anunció el pasado mes de julio que había nombrado a otro hermano de esa comunidad monástica ecuménica para que le sucediera como prior. Es un signo de desapego a la autoridad y apuntala un carisma que es, a día de hoy, tan necesario o más que cuando surgió a la sombra de la II Guerra Mundial. Se trata de una comunidad profética que no se ha dejado llevar por la obsesión revisionista ni por ciertas proclamas disparatadas. Su única bandera es el ecumenismo del silencio y el servicio. Millones de jóvenes de varias generaciones lo han podido comprobar durante todos estos años.