Desde que los Objetivos de Desarrollo Sostenible fueran aprobados en 2015 por las Naciones Unidas, la agenda 2030 a la que pertenecen ha sido tan criticada como defendida por diferentes ámbitos eclesiales. Los diecisiete ODS y sus ciento sesenta y nueve metas tienen, en su mayor parte, el objetivo de que los derechos humanos básicos sean accesibles para todo el mundo y una realidad tangible y real en el planeta. A nivel institucional, la Iglesia está apostando por esta Agenda 2030 para sensibilizar y trabajar en favor de muchos de estos desafíos que, por otra parte, van en la línea de las bienaventuranzas y de otros pasajes del Evangelio. El papa Francisco describe este programa como un importante signo de esperanza, a pesar de las reservas ante determinados planteamientos que chocan directamente con varios principios católicos.