La última vez que el Dicasterio para la Doctrina de la Fe emitió un comunicado público para amonestar o corregir alguna publicación teológica fue en el año 2012. Desde que Francisco accedió al pontificado, ha instado a reconducir cualquier propuesta investigadora que no se ajustara a la ortodoxia católica hacia un diálogo con la autoridad vaticana fuera de los focos, para evitar ─en la medida de lo posible─ judicializar la vida eclesial. Una hoguera quema un libro, pero calcina de paso la riqueza del debate de tú a tú, que acoja los matices en la legítima discrepancia, desde la máxima bergogliana que confía que la unidad es siempre superior al conflicto. La Iglesia es madre y maestra, no carcelera ni institutriz que ahogue la voz profética que debe abanderar la teología.