El 8 de marzo se celebra el día internacional de la mujer. Afortunadamente, la demanda de una igualdad efectiva se está traduciendo en medidas legislativas, empresariales, etcétera. Aún así, la realidad habla de otras situaciones todavía sin solucionar, como el aumento de las víctimas de la violencia de género, una conciliación ficticia y una equiparación salarial desequilibrada. La Iglesia no es ajena a este contexto. Como institución, sale al rescate de las mujeres. Mujeres que salen al paso de mujeres que son explotadas, abandonadas, exiliadas, desempleadas… Aún así, resulta paradójico que la mitad del Pueblo de Dios continúe siendo ignorado y considerado incluso como una amenaza cuando se replantea el desarrollo de cualquier ministerio eclesial. Se necesita un discernimiento que exija decisiones que vayan más allá de los gestos y de las designaciones puntuales. Hace falta extirpar el machismo desde la raíz y generar una conversión a pie de parroquia.