El cardenal Robert W. McElroy ha visto incrementarse los ataques contra él desde que se sumó a las filas de los electores del próximo pontífice. Aunque se han recrudecido, ya estaba acostumbrado a los ataques por moverse en las periferias reales y existenciales. Su diócesis, la de San Diego (EEUU), es de frontera y allí entra en contacto con realidades tan complejas como la de la migración. Algunos de sus compañeros obispos han pedido incluso que se le excomulgue por hereje. No obstante, dar rienda suelta a quienes alimentan la polarización en parroquias, diócesis y movimientos amenaza con confundir y dividir al Pueblo de Dios al mismo tiempo que se desdibujan las enseñanzas y la autoridad del obispo de Roma. Esta manipulación cismática y malintencionada del relato desemboca en cuestionar al sucesor de Pedro, que es tanto como invalidar el cónclave y, por tanto, la existencia del Espíritu Santo.
