Clara era una escritora emergente que había decidido mudarse a un pequeño pueblo costero para encontrar inspiración para su próxima novela. Su pasión por las palabras y las historias la había llevado a buscar la tranquilidad y el encanto del mar. Cada mañana, Clara se dirigía a un acogedor café local, donde pasaba horas escribiendo y observando a la gente que pasaba.