Era una tarde de otoño en un pequeño pueblo rodeado de montañas, donde los árboles se vestían de colores dorados y rojizos. Elena, una joven bibliotecaria, caminaba hacia su trabajo con el sonido crujiente de las hojas secas bajo sus pies. La biblioteca era su refugio, su lugar seguro donde se sumergía en los libros mientras el mundo exterior continuaba su ritmo agitado.