Lila siempre había pensado que el amor era algo complicado. Había visto a sus padres pasar por altibajos, había vivido los desengaños de amigas cercanas, y pensaba que las historias de amor eternas solo existían en los libros. Quizás por eso había decidido dedicar su vida a su carrera como restauradora de arte, buscando en la belleza de lo antiguo una forma de escapar de la incertidumbre que le generaba el amor.